martes, 9 de septiembre de 2008

Familia


Eran casi las 6 de un frío día de invierno. La tarde cayó rápidamente. Tuvo la suerte de hacerlo sobre un mullido colchón, lo que amortiguó su caída.
Quedó medio atontada del golpe, más el cansancio del trabajo, se tapó con una manta, se hizo noche y se durmió.
El amanecer, indicaba el nacimiento de una nueva mañana. Muy remolonamente, saludó a su padre, el Sol, y se dispuso como siempre, y desde hace miles de años, a esperar que pasaran las horas hasta que llegara su hermano.
Su pasatiempo favorito es, contar chistes. Los preferidos son aquellos donde se mezcla la realidad, la vida de todos los días con el humor, y sobre todo en forma de adivinanza. Sus preferidos son el del colmo de un bombero y el de un zapatero.
El del bombero es tener un hijo chorro y una hija manguera, y el del zapatero, atarse los zapatos con el cordón de la esquina.
A las 12 en punto, aparece el hermanito, el mediodía, quien es el encargado de traer el almuerzo para todos. Pero como es chiquito, solo se queda hasta las 2 cuando aparece, cuando no está demorada por alguna razón, su otra hermana, la tarde.
A medida a que pasan las horas, se encapricha para transformarse en tardecita, para luego empezar a caer nuevamente, como ayer y como siempre, sobre el colchón y repetir las misma historia de las horas y el paso del tiempo, por los siglos de los siglos.
Extraña familia.
PadreSol y MadreLuna, rara vez están juntos, siempre se miran a la distancia. De tanto en tanto, se acercan un poco hasta eclipsare el uno al otro.
Tres hermanas y un hermanito que apenas están juntos, solo un rápido “hola” y un “adiós”, quizás algún almuerzo compartido.
Algo debe haber en esa familia, para que el paso del tiempo y la desgastante rutina, no los haya hecho tirar todo por la ventana del tiempo, y que otros se encarguen del día.

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