lunes, 10 de abril de 2017

Este es el Dios o Naturaleza de Spinoza.

Dios hubiera dicho:

" Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.

Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.

Deja ya de ir a esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa.

Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es  en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.

Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad  fuera algo malo.

El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes  expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí  por todo lo que te han hecho creer.

Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito...  ¡No me encontrarás en ningún libro!

Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi  trabajo?

Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor.

Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar.  Si yo te hice...yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias...  de libre albedrío
¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para  quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios loco puede hacer eso?

Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que sólo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en  tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.

Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.
Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno.

No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero  te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única  oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.

Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?... ¿Te divertiste?...  ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?...

Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita,
cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.

Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy? Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus
relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?...  ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.

Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas.   ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?

No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro... ahí estoy, latiendo en ti.

Homenaje a Fontarrosa (Texto robado de Palabras Inicales)

“Puto el que lee esto.”
Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.
Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. “Puto el que lee esto”, y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento...” Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross Macdonald.
Ojalá se me hubiese ocurrido a mí un comienzo semejante. Ese es el golpe que necesita un lector para quedar inmovilizado. Un buen patadón en los huevos que le quite el aliento y lo paralice. Ahí tenés, escapate ahora, dejá el libro y abandoname si podés.....(y sigue)

lunes, 3 de abril de 2017

domingo, 2 de abril de 2017

Mistica

Más allá de las creencias religiosas de los hinchas, nadie podrá olvidar aquel equipo. Siempre se oyó, y se seguirá oyendo decir en algún café del barrio: “La mística del equipo de Don Ernesto era increíble”. 
Don Ernesto era el DT en aquellos tiempos. Había dirigido en su época de apogeo varios equipos grandes, pero con los años, sus conceptos e ideas habían endurecido tanto como sus articulaciones. Pero su espíritu se mantenía  juvenil y arrollador. Y eso trataba de transmitirles a sus jugadores. Aunque para los jugadores esto era difícil de llevar a la práctica, ya que don Ernesto era polaco y jamás había aprendido el castellano, y su traductor de toda la vida había fallecido. 
Lo único que sabia decir era: “Mística, mística” cuando las cosas no iban tal cual él lo había planeado. Y los jugadores sabían que había llegado el momento de cambiar la actitud y poner lo que había que poner. Y esto sucedía bastante a menudo. En realidad pasaba todos los sábados a la tarde. El equipo era un desastre, más en el fondo de la tabla no podía estar. 
Pero Don Ernesto no aflojaba. Ya lo habían querido echar pero él no se daba por aludido. 
Con la excusa de que no entendía el idioma, él se quedaba. Y así fue que se ganó el cariño de la hinchada. Con esa tozudez y su palabra a cuestas.
Hoy paso por el club y veo lo que queda. Finalmente fue desafiliado porque había sido el último de la última categoría y no quedaba otro camino.
Y se lo ve caminando alrededor de la abandonada cancha, diciendo por lo bajo:

“Mística, mística”

Locura y Sabiduria

Con tanto conocimiento enloqueció al punto de pensar, que había enloquecido de tanto saber. 
Repasó mentalmente todo lo que había aprendido y vio que esto era imposible. Nadie había enloquecido por saber demasiado.
Creyó enloquecer cuando creyó darse cuenta que había gente que escribía sobre la relación entre el conocimiento y la locura, y como alguien podía enloquecer de tanto saber. 
Más lo pensaba y más creía enloquecer.
Por suerte encontró a alguien en ese grupo de locos que escribía sobre el tema que parecía ser el más cuerdo, ya que este se puso pensar, que no existía en el mundo nadie que pudiera enloquecer a causa de la sabiduría, y trató de escribir algo al respecto