Más allá de las
creencias religiosas de los hinchas, nadie podrá olvidar aquel equipo. Siempre
se oyó, y se seguirá oyendo decir en algún café del barrio: “La mística del
equipo de Don Ernesto era increíble”.
Don Ernesto era el DT en aquellos tiempos.
Había dirigido en su época de apogeo varios equipos grandes, pero con los años,
sus conceptos e ideas habían endurecido tanto como sus articulaciones. Pero su
espíritu se mantenía juvenil y
arrollador. Y eso trataba de transmitirles a sus jugadores. Aunque para los
jugadores esto era difícil de llevar a la práctica, ya que don Ernesto era
polaco y jamás había aprendido el castellano, y su traductor de toda la vida
había fallecido.
Lo único que sabia decir era: “Mística, mística” cuando las
cosas no iban tal cual él lo había planeado. Y los jugadores sabían que había
llegado el momento de cambiar la actitud y poner lo que había que poner. Y esto
sucedía bastante a menudo. En realidad pasaba todos los sábados a la tarde. El
equipo era un desastre, más en el fondo de la tabla no podía estar.
Pero Don
Ernesto no aflojaba. Ya lo habían querido echar pero él no se daba por aludido.
Con la excusa de que no entendía el idioma, él se quedaba. Y así fue que se
ganó el cariño de la hinchada. Con esa tozudez y su palabra a cuestas.
Hoy paso por el club y
veo lo que queda. Finalmente fue desafiliado porque había sido el último de la última
categoría y no quedaba otro camino.
Y se lo ve caminando
alrededor de la abandonada cancha, diciendo por lo bajo:
“Mística, mística”
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